¿Cómo se construye la civilización del amor? ¿A dónde nos conduce el camino de las personas migrantes forzadas? ¿Qué pasa cuando vamos a la Casa del Alfarero?¿Quién resucita en una Semana Santa que se vive en los barrios de una ciudad fronteriza? ¿Para qué deberíamos dar otro passo más como humanidad? ¿Por qué la esperanza se encuentra en la juventud?
Durante los primeros 17 días del mes de abril del año 2022 hemos tenido el privilegio de participar de una experiencia inédita de voluntariado y misión donde la juventud y la migración son protagonistas: un encuentro entre personas de Venezuela, Colombia, Ecuador y Brasil, en común unión con la búsqueda de caminos que permitan transformar la realidad de exclusión, discriminación e indiferencia de nuestras sociedades a través del servicio y la fraternidad.
Ha sido un tiempo de camino compartido entre personas migrantes forzadas que buscan recuperar la vida, personas jóvenes que eligen darle sentido profundo a su existencia, profesionales que deciden acompañar el camino de víctimas del destierro, jesuitas que se encuentran en salida para irradiar su espiritualidad, personas de las comunidades locales que trabajan para transformar la realidad desde la solidaridad y el compromiso con lo común.
Todas y todos caminantes de esta casa común encontrándonos en la “frontera” para reconocernos humanidad y actuar en consecuencia.
En camino: la realidad y la reflexión.
Desde el 1 de abril, un grupo de jóvenes que hacen parte de iniciativas de voluntariado dentro del Proyecto Javier de Venezuela, iniciaron una misión de 17 días que les llevó a conectar su vocación con el acompañamiento que el Servicio Jesuita a Refugiados realiza en la región fronteriza entre Venezuela y Colombia.
La iniciativa de este grupo de jóvenes profesionales, que nace de un compromiso sincero de servicio a través del voluntariado y la espiritualidad Ignaciana, animó a distintas personas y obras de la Compañía de Jesús para colaborar en red en la realización de un encuentro y misión llevado a cabo en la ciudad de San Juan de Colón en Venezuela y en la ciudad de Cúcuta en Colombia, territorios que hacen parte de una de las regiones fronterizas más vivas del continente americano.
GOA es el nombre dado a esta experiencia desde el Proyecto Javier, recordando la obra misionera de San Francisco Javier en Asia. Esta versión de GOA en torno a la migración, ha sido la oportunidad para la realización de un piloto de lo que puede ser una experiencia de Voluntariado Latinoamericano con una mirada Ignaciana y un enfoque intercultural. Este es Otro Passo Más hacia el proceso de voluntariado que creemos pertinente y necesario para la región, donde se conecta el camino de esperanza de las personas jóvenes y el llamado de las personas descartadas del mundo y forzadas a migrar.
La experiencia: acción y comunicación.
“Un amor humilde y servicial que no repara en la propia dignidad, sino que sabe ponerse a los pies del otro para aliviar su cansancio, limpiar su suciedad y acogerlo en su propia mesa”. Esta frase de J.A Pagola, compartida por Solmary una de las participantes de esta experiencia como saludo de Pascuas de Resurrección, describe perfectamente el sentido de estos días de encuentro, misión, formación, reflexión y acción. La Semana Santa ha sido el marco ideal para esta experiencia de servicio y peregrinaje, de contemplación en la acción, de encuentro con la vida a partir de la tragedia y el dolor de la humanidad: una verdadera experiencia de “lavarnos los pies”.
Ese amor humilde, que se expresa en la sencillez como único camino real para cuidar de la Casa Común, es también testimonio actual de la invitación del P. Pedro Arrupe S.J. para vivir una “revolución del amor” que desde su mirada del mundo e inspiración del JRS, pasa por acoger y cuidar a las personas que son forzadas a dejarlo todo para buscar refugio. Acompañar el camino de personas migrantes, refugiadas y desplazadas es el elemento central de esta experiencia de voluntariado; por esto ha sido tan significativo salir a caminar la ruta migratoria para ver, sentir y acompañar los pasos de millones de personas que en el mundo son obligadas a huir para comenzar de nuevo.
Durante estos días de encuentro hemos sido caminantes. Hemos elegido dar otro passo más para mirarnos a los ojos y cambiar el mundo desde el servicio y el amor generoso, que confía y que cuida de todas y todos, de todo.
La realidad de las personas migrantes, sus historias y su heroísmo, le han dado sentido al encuentro. La misión y el compromiso cercano de las y los profesionales del JRS en Táchira y en Norte de Santander, son la inspiración para la acción. La paz encarnada en seres humanos, naturaleza y procesos en la Casa de Espiritualidad el Alfarero, es la evidencia del poder de la presencia transformadora del Evangelio en las comunidades latinoamericanas y caribeñas. El amor de las y los voluntarios, que está puesto más en las obras que en las palabras, es la esperanza en que vale la pena perseguir la utopía todos los días de nuestras vidas. La colaboración entre redes, países, obras y personas, como testimonio del valor que tienen el diálogo, la confianza, la participación y el desprendimiento del poder para el servicio dentro de una misión mayor.
Ante la cultura del descarte, la fraternidad y la amistad social son los caminos para la construcción de un mundo mejor, nos dice el Papa Francisco en Fratelli Tutti, y nos recuerda como “un extraño en el camino” puede ser la clave para aprender a ser más y mejor humanidad.
Este año el Papa nos invita a vivir la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado como una posibilidad de “construir el futuro” con ellas y ellos. Este tiempo de misión y de encuentro desde la cultura de la hospitalidad, la paz y la reconciliación, nos han dado más y mejores ideas para edificar y comunicar ese futuro compartido, para “migrar hacia lo extraordinario”.
Los seres humanos estamos en una permanente búsqueda de sentido, ese es el camino de la espiritualidad. Hace 500 años un hombre que creía tenerlo todo resuelto desde el poder y la individualidad, a partir de una herida que le tocó las fibras más profundas y a través del descubrimiento de su conexión con Dios, eligió un camino de servicio amoroso a la divinidad presente en todas las cosas y todas las personas. En comunión con esa espiritualidad de Ignacio, seguimos siendo compañeras y compañeros de las personas que sufren injustamente por las distintas violencias aquí y ahora.
Han sido días para conectar con la decisión de vivir para servir, de servir desde el encuentro y el cuidado mutuo (“que es también civil y político” LS 231), promoviendo una mayor cultura de la hospitalidad con el horizonte de la reconciliación y la justicia en nuestras sociedades.
Han sido 17 días para dar Otro Passo Más: algunos frutos de esta experiencia comenzaron a ser aprovechados en las comunidades locales donde las y los jóvenes voluntarios compartieron su vida en misión; otros frutos los podremos compartir durante las próximas semanas a través de piezas audiovisuales con testimonios y propuestas de acción; la mayor parte de los frutos de este encuentro serán cosechados en el futuro de servicio de estos hombres y mujeres que han elegido ser para los demás y con los demás.
Gracias a Dios por sus vidas.
“Dar otro passo más hacia la esperanza, hacia la fraternidad y hacia una sociedad que puede ser mejor si elegimos que así sea; estamos muy agradecidos, pero sobretodo sentimos el privilegio de compartir este camino junto a las personas migrantes, descartadas del mundo y también junto a aquellos jóvenes que nos están mostrando el camino de esperanza.”
Luis Fernando Gómez
“Otro paso más es logar esa articulación en Red que nos potencia y que reafirma que solos no podemos y que al unir voluntades, esfuerzos, corazones, se pueden dar esos pasos para crecer hacia un nosotros más grande.”
Natalia Salazar
Agradecimientos:
JRS Venezuela, JRS Colombia, SJMR Brasil, JRS LAC, Juventud y Vocaciones, Red Jesuita con Migrantes LAC, Casa de Espiritualidad el Alfarero, Jesuitas en formación de Ecuador, Venezuela y Brasil, Universidad Católica del Táchira / RAIF, Universitarios en frontera, Comunidades de las Parroquias Belén y Las Delicias, Comunidades del Municipio Ayacucho, Provincia de Venezuela y Provincia de Colombia.
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